El Teatro Colón, un edificio que honra su historia

De Argentina para el mundo; una visita arquitectónica a un estandarte de la cultura El Teatro Colón de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es considerado uno de los mejores teatros del mundo. Reconocido por el valor artístico de su construcción, su actual edificio cumplió 110 años en 2018. Su rico y prestigioso historial y las excepcionales condiciones acústicas y arquitectónicas lo colocan al nivel de teatros como la Scala de Milán, la Ópera de París y el Metropolitan de Nueva York. El primer Teatro Colón fue obra del arquitecto Charles Henri Pellegrini y se inauguró el 25 de abril de 1857 en el predio que hoy ocupa el Banco Nación, frente a la Plaza de Mayo. Este teatro tuvo actividad hasta septiembre de 1888, año en que fue cerrado para la construcción de una nueva sala. El 25 de mayo de 1890 se colocó la piedra fundamental del actual Teatro Colón, y hasta su inauguración, la obra sería dirigida sucesivamente por tres ingenieros: Tamburini, Meano y Dormal. El 25 de mayo de 1908, 18 años después, abrió sus puertas con una función de Aida, de Giuseppe Verdi.

La arquitectura

La imponente construcción resume las reglas y las tendencias arquitectónicas de la época. No se puede hablar de un solo estilo definido, en él se conjugan características del renacimiento italiano, alternadas con la distribución y solidez de detalle de la arquitectura alemana y la gracia, variedad y bizarría propias de la arquitectura francesa. Así se llega a una síntesis en la que ensamblan, de manera natural, coherente y armoniosa, los diversos estilos.
Principalmente, Dormal confirió al proyecto un carácter afrancesado, tanto en el exterior como en el interior, por el cual hoy el Teatro Colón es un claro exponente del eclecticismo argentino, muy acorde con la mayoría de las construcciones de la época, que mezclaban elementos de diferentes estilos.
Debe destacarse el rico tratamiento de la fachada con un doble orden superpuesto y la suntuosidad de la decoración interior: colores, texturas, luminarias, esculturas, araña principal. La comunión de ideales, de ideas conceptuales del diseño y de la capacidad técnica puesta en juego por parte de estos tres distinguidos profesionales de la arquitectura, llevó en definitiva a producir esa simbiosis arquitectónica que evidencia el Teatro Colón.

Entrando por la calle Libertad nos encontramos con un gran foyer con columnas de mármol rojo de Verona estucadas con una imitación de mármol Botticino. Este hall está coronado por un hermoso vitral que, como el resto en los pisos superiores, fue realizado por la casa Gaudin de París. El piso, con diseño de guardas y motivos decorativos, está revestido con teselas de gres de formas irregulares. Se calcula que en todo el teatro hay unas 2.000.000 de estas piezas. La escalinata es de mármol blanco de Carrara y las barandas que la circundan son de mármol de Portugal. A ambos lados del pie de la escalera las barandas terminan en dos cabezas de león talladas a mano en piezas completas. 

 

Restauración del edificio

En 2001 se inició un trabajo de restauración plena que se extendería hasta 2010, cuando fue reinaugurado el 24 de mayo en conmemoración del Bicentenario de Argentina. A lo largo de los años, el edificio había sufrido deterioros, producto de la falta de mantenimiento e inversión, el desgaste propio de sus materiales y la acción de agentes externos como la contaminación, la lluvia, la humedad y el paso del tiempo.
El gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires realizó un master plan en 2001 para llevar adelante una restauración completa del Teatro Colón. Por entonces no se contaba con los planos del edificio, que tuvieron que realizarse en un trabajo que duró dos. Entre 2003 y 2005 se realizaron obras de «empaquetamiento» para impedir que siguiera entrando agua. Finalmente, en 2005 se inició la tercera etapa de la restauración. Luego de siete años de obras en las que trabajaron mil quinientas personas, con un costo de unos cien millones de dólares, el teatro fue reinaugurado en 2010.


La sala principal


La sala principal está rodeada por un gran hall de entrada, el Salón Dorado, el Salón de los Bustos, el Salón Blanco y el Museo. El Instituto Superior de Arte, la biblioteca, el Centro de Experimentación Musical y los talleres conforman dependencias extraordinarias que lo diferencian de otros teatros del mundo. En forma de herradura, cumple con las normas más severas del teatro clásico italiano y francés. Las aproximadamente 3000 localidades están distribuidas en la platea y en anillos superpuestos con palcos, cazuela, tertulia y paraíso. La cúpula del Teatro Colón está pintada al fresco por Raúl Soldi. Tiene en su punto central una lámpara en araña, forjada en Francia a finales del siglo XIX y hecha en bronce bruñido con un diámetro de siete metros.


Los vitrales


Todos los vitrales del Teatro Colón están ubicados en los techos. Provienen de Francia y fueron concebidos en la casa Gaudin, en Paris, en 1907. La mayoría de ellos ornamenta el imponente hall central, donde los mármoles, estucos y alfombras rojas, combinan en uno de los ambientes más señoriales de la ciudad. Un vitral imponente –de unos cuatro metros de diámetro– corona el hall del Teatro Colón. Es un bellísimo rompecabezas de pequeños vidrios de colores que se abre en ocho gajos, donde muestra figuras femeninas de aires neoclásicos tocando instrumentos musicales, bailando o con plumas para escribir, una imagen que representa a las musas de Apolo, el dios de las artes de los griegos antiguos. Otras obras que podemos ver en los vitrales del majestuoso teatro son La Fecundidad, Homero y Safo. Mientras el Colón entró en remodelación, extrajeron cada uno de los 40 paños en que se divide cada vitral sin que se desplomaran los trozos de vidrio. Luego, desarmaron cada paño en sus 200 fragmentos vítreos –llamados teselas– cuidando de asentar en una plantilla la ubicación de cada uno, antes de comenzar a limpiar en seco. Finalmente, tras reemplazar las tracerías de plomo que los unen entre sí y reponer las teselas perdidas, avanzaron con el proceso inverso hasta llevar los vitrales a su estado actual. Hoy, una red de celdas hexagonales invisible desde el suelo se interpone entre los vitrales y los visitantes para evitar accidentes. Además, cada una de las teselas repuestas –confeccionadas con los materiales y métodos que se utilizaban en el siglo XIX– lleva una chapita que delata la fecha de fabricación. La artesana Lucía Subirats – cuarta generación de vitralistas catalanes en Argentina–, junto a la mirada atenta y educadora de su padre, tuvo la responsabilidad de restaurar los dos vitrales del Salón Dorado. El trabajo consistió en la limpieza, el pulido de los diferentes paños y en la reposición de dos de ellos que, a decir de la artesana, se encontraban en buen estado general.
El Teatro Colón, como se dijo más arriba, es una obra realmente majestuosa. Por todo lo mencionado y por la riqueza de su historia artística, quien viva en la Ciudad de Buenos Aires o esté de visita en ella tiene como cita indispensable una visita, y en lo posible, bajo la atmósfera de un espectáculo que, sin dudas, estará a la altura de este monumento histórico nacional.

VER TODAS LAS NOTAS DE VIDRIOTECNIA 184 aquí

  • Auspician esta revista:

     

     

  • ____________

  • ____________

  • ____________

  • ____________

  • Conocé la historia de Agustin