Vidrios no seguros en el mercado: un riesgo que no podemos ignorar

Por: Marcelo Trento
Presidente de CAVIPLAN
Desde su creación esta Cámara ha trabajado con toda la industria para ayudar al desarrollo de sus actividades, en especial haciendo énfasis en lograr calidad de productos en línea con las expectativas de los consumidores.
Gracias al esfuerzo conjunto de la industria y la Cámara del Vidrio, se han logrado avances significativos en la reglamentación de los vidrios de seguridad, estableciendo normas que garantizan la protección de las personas y la correcta aplicación de cada tipo de vidrio según su uso. Sin embargo, esta mano de obra se ve amenazada por la entrada al país de productos que no cumplen con los requisitos técnicos exigidos
El mercado argentino del vidrio enfrenta una amenaza creciente: la importación de productos que no cumplen con las normativas vigentes en materia de seguridad y calidad. Estos vidrios, provenientes de mercados con estándares más bajos o directamente sin certificaciones adecuadas, no solo ponen en riesgo a la industria local, sino que también representan un peligro latente para quienes los utilizan en la construcción y la arquitectura. Concretamente se han detectado en el mercado la comercialización de vidrios laminados importados, especialmente de origen asiático, que no cumple con la norma IRAM 12556:2010 sobre vidrios planos de seguridad para la construcción. Esto quiere decir que, ensayados según la norma Mercosur IRAM-NM 298:2006, estos vidrios rompen de manera insegura para las personas, generando fragmentos de gran tamaño, con aristas filosas y bordes puntiagudos que pueden causar cortes y laceraciones graves.
A pesar de tratarse de un vidrio laminado, su interlámina de polivinilbutiral PVB no cumple su función de seguridad. En lugar de retener los fragmentos tras la rotura, se rompe junto con el vidrio, dejando los pedazos sueltos y exponiendo a los usuarios al mismo nivel de riesgo que un vidrio float convencional. Además, este vidrio no ofrece contención frente a impactos, lo que significa que una persona u objeto podría atravesarlo tras una colisión, aumentando el peligro en aplicaciones como vidriados que dan al vacío o barandas. Esto representa una falla crítica en su desempeño y lo hace inadecuado para cualquier instalación donde la seguridad sea un requisito fundamental.
Cuando un vidrio no cumple con las condiciones técnicas adecuadas, se convierte en un material potencialmente peligroso, con el riesgo de causar lesiones graves o incluso accidentes fatales. Sería ideal que los organismos públicos tomen plena conciencia de esta problemática y refuercen la fiscalización de los productos que ingresan al país. Sin embargo, no podemos depender exclusivamente de la acción de estas entidades. La responsabilidad comienza con nosotros, los vidrieros. Debemos asumir un rol protagónico y convertirnos en las principales garantías del cumplimiento de las normativas. Somos nosotros quienes trabajamos con el material a diario, conocemos sus aplicaciones y tenemos la obligación de verificar que cada vidrio que se instala, cumpla con los estándares de seguridad exigidos.
Quienes comercializan estos productos importados deben asegurase que cumplan con la calidad que corresponde, aceptar la venta, distribución o colocación de vidrios fuera de norma equivale a ser cómplices de una amenaza latente. No podemos permitir que materiales inseguros lleguen al consumidor final, poniendo en riesgo la integridad de familias, trabajadores y usuarios de edificios públicos y privados. Cada vidriero debe actuar como un filtro de control, exigiendo certificaciones, verificando el origen de los productos y denunciando cualquier incumplimiento. La industria local ha invertido en tecnología, certificaciones y capacitación para ofrecer vidrios seguros y de calidad, y no podemos permitir que años de esfuerzo sean socavados por la importación irresponsable de materiales inseguros.
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